Aziz Abu Sarah tenía diez años de edad cuando un enfrentamiento con soldados israelíes terminó desgarrando su vida y la de su familia.
Era la primavera de 1990, y Aziz vivía con sus cuatro hermanos y padres en un barrio palestino en Jerusalén. Una madrugada dormía en su habitación cuando lo despertaron los fuertes golpes en la puerta de su casa. Era un grupo de soldados israelíes preguntando por Tayseer, su hermano mayor de 18 años de edad. Se le acusaba de tirarle piedras a patrullas del ejército israelí.
Se llevaron a Tayseer. Estuvo detenido quince días, interrogado a golpes hasta que un día a finales de marzo de ese año fue puesto en libertad. Pero Tayseer no vivió mucho tiempo. A los pocos días murió en un hospital, consecuencia de las palizas que recibió en prisión.
Para el joven Aziz comenzó un tortuoso camino por el odio, el resentimiento y la sed de venganza. No conocía más que el rencor y la impotencia ante la injusticia. Ese odio hacia los israelíes fue convirtiéndose en su única razón de ser, hasta que le tocó aprender hebreo para poder ingresar a la universidad.
En la escuela de idiomas, se enfrentó a israelíes comunes y corrientes por primera vez en su vida. Y su vida cambió.
“Mi entendimiento sobre el pueblo judío se desmoronó después de solo unas semanas en clases“, cuenta, “estaba confundido y no podía creer que eran seres humanos igual que yo”.
Ese encuentro fue un parteaguas en la vida de Aziz y desde ese momento comenzó a no solo procesar el odio que tenía contra Israel y los judíos sino que arrancó con lo que se convertiría en su trabajo de vida: buscar maneras de resolver conflictos, borrar la polarización, encontrar puntos en común entre grupos de personas divididas por sus creencias políticas o religiosas.
Hoy, Aziz es explorador de National Geographic, profesor de resolución de conflictos en Washington y dueño, junto a su socio israelí, de una operadora de turismo que organiza encuentros culturales y viajes para dar a conocer de primera mano y desde dos puntos de vista lo que ocurre en Israel y Palestina.
De visita por acá
Hace unas semanas Aziz estuvo en Guatemala, cortesía de National Geographic Learning y el Instituto Guatemalteco Americano (IGA). Cuando me enteré de su visita al país lo invité a conocer el proyecto Pintando Santa Catarina Palopó, que busca utilizar el arte y la aplicación de color a las fachadas de las casas de la comunidad para gestar procesos de autodeterminación cultural, emprendimiento y empleo en base al turismo comunitario sostenible. Un proyecto que, de cierta manera, también busca servir de puente entre vecinos a veces separados por una enorme brecha social, económica y cultural.
Me llamó la atención el hecho de que este conciliador visitara Guatemala en momentos de severas divisiones en nuestra sociedad. Me interesaba conocer su metodología para ver si algo de lo que el está logrando en Medio Oriente se puede aplicar aquí. Si logró que enemigos que llevan cientos de años de estar en pugna encuentren puntos en común, alguna lección tendría para nosotros.
Pero lo de Aziz no es algo del otro mundo. El simplemente abrió su mente y reconoció la humanidad en el otro. Se dio cuenta que su enemigo, el enemigo de sus padres y de sus abuelos, el judío, era en el fondo tan humano como él. Libraba las mismas batallas internas, sentía las mismas emociones, aspiraba igual que él a una mejor vida, a salud, educación, un buen empleo. Se enamoraba y desenamoraba, se frustraba, se entusiasmaba de la misma manera.
Eso es lo que vivimos en Palopó después de cerca de dos años de trabajo al lado de los líderes comunitarios que acogieron la idea de hacer de su pueblo un destino cultural por medio del arte y el color. Y ese descubrimiento de lo humano en el otro, clave del exitoso trabajo de Aziz en Medio Oriente, es lo que ha hecho que se cerraran brechas en otros sociedades divididas como Sudáfrica, Ruanda, Colombia.
Aziz prometió regresar a Guatemala a entrenar a jóvenes en Santa Catarina Palopó para ser guías de turismo operando bajo ese mismo modelo de inclusión y concordia que aplica con tanto éxito en su tierra.
“Quizás nunca llegue a ver el mundo restaurado a un humanismo perfecto, pero me siento obligado a creer que las herramientas de la paz no son las herramientas de la violencia y el odio,” dice. “Me siento obligado a utilizar mi dolor para ayudar a construir la paz y no para diseminar un odio que eventualmente me hubiera consumido”.
En Guatemala estamos cercanos a que el odio nos consuma. Las diferencias sobre el camino que debe tomar el país, la utilización de la ideología para acreditar o desacreditar y la mentira como gestora de desconfianza, son todos herramientas del odio que dividen a la sociedad.
Aziz me confirmó que hay otro camino, que sí es posible crear espacios donde las diferencias en pensamiento se celebran, donde se busca consenso y no la imposición, donde en la unidad se pueden encontrar las soluciones a problemas que afectan a todos.
Published first by Nomade By: Harris Whitbeck
Harris Whitbeck tiene una maestría en periodismo por la Universidad de Columbia y empezó su carrera desde 1991 en CNN. En Guatemala, dirigió Entrémosle a Guate. Realiza coberturas especiales en América Latina para Al Jazeera.
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